jueves, 17 de abril de 2008

Pez

Me tapo los oídos para pretender que no existe el caos en el que vivo. Los alaridos del monstruo con el que convivo están destruyendo el poco bienestar que había logrado conseguir durante el día. Ojala todo este dolor no estuviese en mi mundo, en mi realidad. La habitación está oscura, pero un hilo de luz se cuela por la puerta y se me clava en la sien. Gracias a las sabanas se oscurece del todo mi visión y se desata un poquito el nudo de mi garganta. La música esta fuerte. Se entromete en mi pecho y mueve todas las cosas que pasaron estos últimos días. Viene a mi mente imágenes, palabras, silencios; todas esas cosas que ocasionen esta presión en el pecho. Tal vez sea una auto tortura, pero necesito pensar y analizar todas las cosas que pasaron últimamente para poder superarlas y mejorar en un tiempo. La cabeza no deja de pensar. Los ojos no paran de derramar amargura. Mis manos están tiesas, apretadas, quizás esperan que alguien las tome y calmen el dolor con un poco de cariño. Las horas pasan y nadie aparece. Cuanto más pienso más me sumerjo en la tristeza. Llegado un momento el agua llega más allá de mi cabeza y me tapa. Para mi sorpresa no siento la faltra de aire y me empiezo a sumergir. Voy tragando el agua, tiene un sabor amargo. Voy yendo más y más abajo. Cuanto más profundo más oscura es la vista. No hay corales, no hay peces lindos; no hay luz ni colores. Solo hay tristeza, pena y angustia. El agua es espesa y negra, no deja ver nada para ninguna dirección. Parece que no existiese futuro alguno. El aire empieza a hacerme falta, pero rápidamente me doy cuenta de que me estaba ahogando demasiado despacio y no lo notaba. No puedo seguir sumergida en mis lágrimas. Tengo que salir a la superficie, aunque no tenga ganas y crea no tener motivos para hacerlo.
Las piernas se empiezan a mover solas, pataleo cada vez más fuerte. Al principio sigue todo negro, pero muy de a poco comienza a asomarse la luz y la claridad. Cada vez estoy más arriba, el agua ya está cristalina y una sonrisa se dibuja en mi rostro. La presión en mi pecho desapareció, aunque el nudo todavía no se desato del todo. La esperanza re aparece y comienzo a pensar que tal vez pronto vuelva a ser feliz. Veo el sol, el cielo, las nubes; y el nudo ya no está. Recupere la paz. Ya respiro tranquila, ya estoy despierta de nuevo. Por suerte mis deseos de no lograrlo no se cumplieron. Ya es hora de dejar de mirar para atrás, y tratar de ser feliz de nuevo.

1 comentario:

soloio dijo...

Este cuento me impresiono desde el principio al fin, al principio me invadio la amargura y tristeza y al final la esperanza y el creer que realmente se puede, todo esta en uno mismo.